Asistí al bodorrio del año, y, uno de los editores de
Histriónicos, me pidió que dijera unas palabras.
Aquí las dejo... Que nos sirvan para recordar de vez en cuando.
¡Felicidades, pareja!
Querida Elena, querido Calos,
Excelentísimo señor alcalde (don Ángel Albariño), damas y
caballeros todos,
Todo es pasajero.
Bueno, todo, todo no… El conductor no es pasajero. Él es
conductor… Pero eso es otro tema.
Como decía, Todo es pasajero. Hoy en día todo viene con
fecha de caducidad y no acabamos de desempaquetar un teléfono cuando ya estamos
buscando en el catálogo cuál será nuestro siguiente móvil…
En este mundo de lo inmediato, de las prisas, de los
tweets, de la interconectividad extrema y de la obsolescencia programada, aún
hay locos que se atreven a prometerse amor eterno. ¡Con un par!
Eterno.
Eterno suena como a infinito. E infinito es un número,
una idea, un concepto muuuuuy grande. Casi tan grande como Carlos, un imberbe
que está a una línea de código de convertirse en un súper héroe de la
informática. O tan grande como Elena, esta chica que está a un escaneado de
convertirse en una súper heroína de los Rayos X… Son muy grandes porque, en su
cotidianeidad han sabido ver más allá de lo inmediato, de sus gustos y egoísmos
personales y han apostado por el/la otro/a. Han apostado por el “nosotros”, por
la pareja, por el matrimonio. Por el “para siempre”.
Y es que siempre se le va a olvidar sacar de paseo
a Paracaidista y es que siempre va a querer otra ronda más en el Míter y
es que siempre va a tardar horas en prepararse y es que siempre
se le va a “olvidar” sacar la basura… Y es que siempre va a haber
problemas.
Siempre va a haber problemas. Pero también, si queremos,
siempre les encontraremos soluciones. Los problemas, las crisis (como muy bien
saben nuestros políticos) son “oportunidades”. Oportunidades de mejorar,
de profundizar en la relación y de cambar juntos. Esos cambios que, a veces,
tanto nos asustan e incomodan.
Porque sí. Manque nos pese, cambiamos.
Poco queda ya, seguramente, del Carlos de aquella noche
de los Santos Inocentes de hace unos años, llena de mensajes, cosquillas en la
barriga y de unos nervios casi adolescentes. Y muy poco de las primeras citas a
solas, o con amigos, o de los primeros viajes a esta tierra para conocer a
familiares, amigos y descubrir lo que significa “morriña” en primera persona.
La “morriña”, ese sentimiento tan de aquí. A veces tan
duro, pero a la vez tan bonito. Y es que, si uno no siente esa morriña cuando
está lejos de su hogar, es que, en realidad no era su hogar, sólo era su casa.
Y si uno no siente que le falta algo cuando está lejos de su otra mitad, si no
siente “morriña”… Pues eso…
¿Y lo bonito que es volver? ¿Y lo bueno que está el
pulpo? ¿Y lo bonito que es el reencuentro? ¿Eh?
Nos cuesta cambiar, nos cuesta esperar, nos cuesta estar
lejos…
Pero esto, como todo en esta vida, es cuestión de
perseverancia, de apostar, arriesgar y confiar.
Confiar en que va a ser para mejor, en que lo que vendrá
nos hará más fuertes, en que las ciudades, hoy más que nunca, están a tiro de
piedra… Confiar en el otro y en uno mismo. Porque sin el otro nos perdemos.
Dejamos de ser ese Carlos, esa Elena que todos conocemos y que nos encantan…
Sí. Muchas gracias por estar aquí. Porque, por fin, ha
llegado el día. No bastaba con lo que hicisteis en abril hace tres años. Lo
vuestro no conoce límites, y ser, de hecho, sólo pareja, estaba claro que se os
quedaba corto. Así que aquí estamos, para romper los límites que nos marcamos
hace tiempo y dotarnos de un nuevo marco, un nuevo horizonte hacia el que mirar
y en el que encontrarnos más a gusto que antes.
Cambiemos, confiemos y esperemos. Porque siempre habrá un
lugar especial en este mundo para los que apuestan por el amor eterno, para los
que aman incondicionalmente.
Como dijo San Agustín, “ama y haz lo que quieras”.
Hagámosle caso.
Mi más sincera enhorabuena. Y mucha felicidad para todas
las parejas que hoy estamos aquí acompañándoos.
De corazón, muchas felicidades.
Muchas gracias.
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